de Angélica Liddell
Dirección: Luis Merchán
Un anciano anclado en el páramo de su derrota. Sombras recorren sus sueños clamando desesperadamente por su hueco en la historia. «Mi Reino por un caballo»– grita, y los muertos amortiguan el grito.
Hay en la pérdida total un encuentro con la esperanza. Quien todo lo ha perdido ¿qué más puede perder?
Nuestro Ricardo, el Ricardo que refleja en Shakespeare el universo de Angélica, bucea en el hombre, en todos ellos, y se refugia en un triste sótano, que le sirve de bálsamo y de refugio. Ellas lo cuidan y miman, sacian sus apetencias, de amor, de violencia, de sexo…
La sombra tiene nombre: Catesby, y le llama y le atrae y le ofrece y le muestra la pérdida, de ella nace el deseo y como bien sabemos el poder embriaga. A este Ricardo, sombra de sí mismo, también.
Nada cambia, bien lo sabe este rey, que lo fue y por tanto siempre lo será. Tantos Ricardos nos remiten a nuestro Ricardo… han cambiado la corona por las divisas. El poder ahora, como siempre, necesita alimentarse de sus víctimas, antes reyes, ahora banqueros, políticos, grandes corporaciones. Pero, como siempre en nuestra triste historia, sin víctimas no tienen valor, el valor de la nueva doctrina: CAPITALISMO
Ricardo – Catesby, al final caras de la misma moneda. En un rincón la voz se amplifica y nuestros tiranos cobran vida, vida que se muestra en otros rostros, en otros cuerpos. El verdadero poder ha comprendido que es mejor quedarse entre las bambalinas de la historia, que se muestren los otros, aquellos que tarde o temprano han de caer. Oigamos pues que ha de contarnos nuestro Ricardo, y puede que tal vez encontremos alguna respuesta. La obra está protagonizada por los actores Mariano Anós y David Ardid y las actrices Isabel Ciria y Andrea Omedas.
