El amor a los posibles. El porvenir de la política será cultural o no será

31 de Diciembre de 2015

Por Olivier Py
Director del Festival de Avignon 2016
(Traducción: Cristina Yáñez)


 
oliverPyNo se hace la revolución en solitario. Los grandes cambios, las revoluciones son siempre consecuencia de fuerzas colectivas favorecidas por el viento de la historia, pero ¿cómo vivir cuando ese viento enmudece? ¿Cómo vivir cuando la política está sin esperanza y olvida el futuro? ¿Cómo vivir cuando las ideas dejan de tener valor, cuando la sociedad está desgarrada, atemorizada, reducida al silencio? ¿Cómo vivir una vida digna cuando la política solo es artimañas de los políticos? Cuando la revolución es imposible, queda el teatro. Las utopías esperan allí días propicios, las fuerzas innovadoras todavía inventan en él un mañana, las voces de paz y de igualdad no se pronuncian allí en vano. Cuando Hamlet ve la imposibilidad de la revolución, convoca al teatro para hacer allí una revolución de teatro que diga que todo es aún posible, que hay que reanimar el deseo de los días embriagados de porvenir.
 
Es en el teatro donde preservamos las fuerzas vivas del cambio a escala individual. Frente a la desesperanza del político, el teatro inventa una esperanza política que no es sólo simbólica, sino ejemplar, emblemática, encarnada, necesaria. La política es demasiado bella para dejársela a los políticos cuando éstos tan solo albergan en su corazón el deseo de mantener sus privilegios de clase. Y el primer signo de la dimisión política de los políticos es siempre la ruptura del compromiso cultural. Sí, la cultura es incuantificable y su necesidad traspasa en tal medida la legitimidad económica, que huye de los hombres sin esperanzas.
 
Esta desesperación política no nos impide, sin embargo, creer todavía en el futuro. Creer en el futuro cuando las fuerzas históricas son contrarias, es quizá la mejor definición de la cultura. Pues la política no es la fría gestión de realidades sino la puesta en práctica del amor al presente y al otro.
 
Tenemos el deber de resistir y el deber de insistir. Tenemos este deber hacia las generaciones que vienen, pues culturas milenarias pueden ser destruidas en una sola generación. Insistimos: el porvenir de la política será cultural o no será. La educación es la cultura que comienza y la cultura la educación que prosigue; insistimos: el nexo intergeneracional pasa por la cultura y es uno de los fundamentos de la ciudadanía. Y no necesitamos ningún dios si creemos en la trascendencia de lo colectivo y si aprendemos a afirmarlo en nuestras vidas.
 
Cuando Jean Vilar imaginó un pacto entre los artistas y la república, supo abrir un refugio a los deseos utópicos, a los encuentros entre diversidades y al amor a los posibles.
 
Insistimos, con exigencia intelectual, con la creencia en la inteligencia del público, en el compromiso del artista, en la conciencia del poeta. Deseamos encarecidamente que el triste espectáculo del mundo y de nuestra impotencia, encuentre una contradicción sobre la escena hecha de admiración y de coraje.
 
La sala de un teatro es, en sí misma, una representación de la ciudadanía. Sólo hay que observar la espléndida ágora de la Cour du Palais des Papes para obtener la imagen más bella de nuestra sociedad y encontrar allí arquitectura de esperanzas. En Avignon vencemos a la fatalidad. El público, su fervor, su sed espiritual oponen a todos los determinismos un deseo a lo desconocido y a lo no previsto. No, no sabemos lo que traerá el futuro… La cultura es diferente a la erudición que cree saber, al análisis material que pretende saber y a la falsa autoridad del pragmatismo que afirma saber.
 
Ser político es creer en el hombre. Los artistas nos ofrecen buenas razones para creer en el hombre, encarnan la voz del pueblo que rechaza un mundo privado de sentido y nos recuerdan que el éxtasis y la esperanza son una elección.
 
Sí, insistimos, si los poderosos ya no creen en la cultura, es que ya no creen en la soberanía del pueblo. Eso es lo que Jean Vilar vino a decir en Avignon y lo que sin descanso seguiremos diciendo a lo largo de esta 70ª edición