Hace casi dos años, ocho dramaturgos contemporáneos recibieron el encargo de escribir una escena o pequeña pieza sobre El Capital de Marx como inspiración. Hicimos el encargo las compañías Tranvía Teatro (ZGZ), Teatre Tantarantana (BCN) y Teatro del Astillero (MAD). Trabajaron en una obra colectiva y, después, las tres compañías hicimos lo mismo: sumar esfuerzos, experiencias, recursos y personas para multiplicar efectos, resultados y oportunidades. Se llama Mein Kapital. La Tierra y el mundo que conocemos van camino de la destrucción. La catástrofe se avecina. Un grupo de intrépidos hombres y mujeres son preparados para realizar un viaje a Marte. La tripulación es sometida a un proceso de selección a través de un sistema de coaching para determinar los sujetos aptos para la supervivencia en un planeta y en una situación probablemente hostiles. A través de sus palabras, de sus recuerdos, sus acciones, deseos, reflexiones e instintos, los tripulantes harán un recorrido sobre las memorias y herencias del ser humano contemporáneo y sobre el destino que ha tenido la humanidad tras la caída de los muros, las bombas, los aviones, las bolsas y las ideologías. La crisis, el paro, la explotación, los sueños…
En este trabajo hemos puesto en marcha dos ideas que empiezan por C y que derivan de la misma C con la que empieza la palabra Camino, la senda que hemos de recorrer para no quedar varados. C de Cooperación y C de Compromiso. La primera enseña el modo que podemos salir de esta porque, o salimos todos a la vez o no sale nadie. En la banca y en los poderosos está la responsabilidad del desastre, en la gente puede estar la solución: unir esfuerzo, exigir y practicar otra manera de hacer las cosas, buscar otros objetivos y situar otros valores y conceptos en la lista de nuestros intereses. Esto no lo enseña la obra, lo enseña el modo en que hemos hecho realidad este proyecto. Tres compañías, dos salas alternativas que llevamos décadas navegando casi solas, tres ciudades, ocho autores y una idea. Ese modo cooperativo de trabajar nos permite no solo resistir (que ya sería algo) sino avanzar y crecer en nuestra manera de entender la economía social, siendo sostenibles, que no busca un beneficio económico directo sino que reinvierte todo en su actividad.
La segunda C, compromiso, es marca común de nuestro modo de vivir. Tienes que ser parte activa y consciente de la comunidad humana en la que vives. En el teatro que yo concibo no entendemos vivir y trabajar de otro modo. Hacemos un teatro comprometido con nuestro tiempo y sus coyunturas porque la mayor (y realmente única) riqueza que poseemos son las personas y las palabras.
Si somos seres interdependientes, aquello que hagamos nos afecta a todos y al medio en el que vivimos. Un axioma como este debiera ser norma vital para todos, por más que muchos “expertos y analistas” económicos sigan creyendo en la competencia y la carrera por un éxito que necesita dejar a otros atrás. Si cae Grecia, cae Europa (la primera Alemania). Si no empujamos a Europa y al mundo no saldremos ninguno del atolladero. En el teatro trabajamos por fuerza y por vocación en comunidad. Si un actor no te da la réplica, te deja tirado. Si falla la luz, no se ve a la actriz. Si la actriz olvida, el texto no sirve. Y el objetivo es único: un mensaje y un rato de placer y reflexión para el público.
Mi trabajo estos meses dirigiendo Mein Kapital (ahora en Zaragoza, después en Barcelona y Madrid, luego en los teatros de Santander, Sevilla y otras ciudades) me dice que en el cambio de paradigma social, encabezado por la cooperación y el compromiso individual con la causa común, está la senda que nos sacará de ésta, camino de otro modo de vivir. Lo otro: las cifras, los mercados, la competencia suicida es una opción…pero nos hunde más en la ciénaga.
Cristina Yañez es Directora del Teatro de la Estación y de la compañía TranvíaTeatro.
Artículo publicado en Heraldo de Aragón el 31 de octubre de 2001