de George Brant
Dirección: Sigfrid Monleón e Isabelle Stoffel
Eso no era el plan: el embarazo imprevisto de la piloto de caza de las Fuerzas Armadas pone un brusco final a su carrera en el aire. Ya no despegará al azul. Sin más sus superiores la destinan al desierto de Nevada, lejos del campo de batalla. Su nuevo puesto de trabajo está dentro de un contenedor climatizado en algún lugar cerca de Las Vegas, en tierra. Ahí está con “Las Terricolas”, pilotando drones teledirigidos que sobrevuelan el territorio afgano a 8.000 kilómetros de distancia. En las paralizantes jornadas de 12 horas mira fijamente la pantalla delante de sus narices, mira el eterno gris de la pantalla , vigila a terroristas y mata pulsando un botón. Está en guerra. 12 horas al día. 7 días a la semana. Cada mañana, tras dejar a su hija en la guardería, se marcha a la guerra, lucha hasta el final del turno y luego vuelve a casa con su marido y su hija para cenar tranquilamente y jugar con ponis rosas como si nada hubiese pasado. Pero poco a poco las distintas realidades empiezan a solaparse. Cada día es más difícil distinguir entre el trabajo y la vida cotidiana, entre el desierto de Nevada y el de Afganistán.
La obra pretende indagar en la particular transformación de la protagonista. Comprender su maternidad, su sexualidad y su rol de guerrera en un mundo militar dominado mayoritariamente por hombres. Se trata de un personaje femenino complejo, con una problemática que no estamos habituados a ver sobre el escenario, en un proyecto que incorpora a muchas mujeres profesionales de la escena. El espectáculo también aborda el papel de la vigilancia en la sociedad panóptica de nuestros días y reflexiona sobre la ética de las estrategias militares.